El tráiler

Un tráiler con obra original de un artista se emplaza en algún lugar público, a la intemperie. Los transeúntes pasan, miran, conversan.

Museo Urbano presenta El tráiler: una obra que se expone. El sábado 5 de abril desde las 18:00hs.

Museo urbano:
Omar Estela – Gustavo Goldfarb – Cristina Avalle – Mariano Abraham
Cecilia Benítez – Mabel Benítez – Ana Aldaburu – Rosana Dillon

Artistas invitados:
Marcia Schvartz, Germán Gárgano, Ramiro Sacco

Emprender un proyecto genera entusiasmo. Nos conmueve y alegra el deseo del movimiento: trasladar, instalar, reubicar obra de arte contemporáneo argentino. Unir puntos de encuentro con parte de un pueblo excluido como público por el mercado del arte.
El tráiler construido por Museo Urbano adquiere el valor de una obra que expone obra. Sin la intervención de textos curatoriales ni críticos con conceptos previos a la obra y su artista, establece un vínculo directo, simple e inclusivo, desprovisto de todo artilugio museográfico.
Definimos al proyecto tráiler como una apuesta: ¿una espera signada por el azar? Rodamos sin expectativas para evitar frustraciones. Despojados de consignas estrictas y trayectos geográficos prefijados matemáticamente.
Estamos dispuestos a correr el riesgo de lo que suceda.
A esperar.
Esperar con paciencia.
Esperar que una mirada esquiva se detenga y haga foco en la obra. Captar la atención de esa mirada inquieta, inconstante, que se escapa en el aire y en el tiempo contemporáneos. Atraparla por un momento y detener su huida para tener la experiencia de observar, contemplar y reflexionar sobre una obra de arte argentino que la sorprende en algún espacio urbano. En cada salida con el tráiler, anhelamos esparcir entre esas miradas esquivas y tal vez desinteresadas de todo arte, el germen del don de la videncia, la capacidad de ver un poco más allá.

Origen del proyecto
Recuerdo ver a un chico destapando la mochila del inodoro para saber de dónde sale el agua. Esta imagen aparece cuando me preguntan por el origen del proyecto. Creo descifrar que es la curiosidad. Tratar de entender, acercarse a otros. Pero, sobre todo, curiosidad. Curiosidad por cómo se ve la obra, ¿qué refleja?, ¿qué pasa? Entiendo que todos vamos construyendo, aunque sea interiormente, un público para nuestra obra.
El origen propiamente lo siento certero pero difuso. Hubo una época en que trasladaba obra ajena y propia de forma precaria, en un flete, sin nada que la cubriera: ni caja ni lona, a la vista. Durante el traslado y en las esperas para su instalación, la obra estaba expuesta a todo. En esos momentos suele darse un hecho casi mágico: aparece alguien que “nos regala su presencia”, un vidente, alguien que no solo ve lo que está, sino que puede ver lo que no se muestra, el aura del fenómeno. Entonces suele comenzar un diálogo curioso por ambas partes. Momentos de éxtasis, sin conflictos de clase o algo parecido, un instante de respeto mutuo, de cooperación, de maridaje. Nos encontramos con lo mejor de cada una de las partes.
Este es el comienzo del proyecto tráiler: tratar de recuperar esos momentos de encuentro con personas no pedagogizadas, a la intemperie cultural, donde la obra se torna la protagonista y se hace cargo de todo.
Por eso construimos un carrito, un tráiler lo más prolijo posible, para exponer obra en cualquier lugar. Se trata de crear las condiciones para que se manifieste nuevamente el fenómeno, como quien convoca una epifanía.
Nos importan los que suelen empezar avisando: “yo de esto no entiendo”. En cambio, hemos llegado a sentir alarma cuando se aproximan los que entienden, los egresados de universidades con formación curatorial.
Comenzamos la construcción después de descartar los tráileres que se conseguían fabricados. Con un llamativo orgullo metalúrgico, logramos su homologación, es decir, lo legalizamos (sabemos hacer algo útil).
Lo aseguramos. Fue la única certeza que supimos conseguir. Después, como dice el tango, “aprendimos a andar sin pensamiento”.
Una experiencia que hicimos como Museo Urbano con el Sindicato de Ladrilleros nos preparó al descubrir que la gente que no escribe —analfabetos suena peyorativo—, los peones de los hornos, mandaban con familiaridad mensajes de voz por WhatsApp. Fue entonces cuando descubrimos que grabar la voz en un celular no inhibe a la persona que nos está hablando.
La grabamos. Después, al final, les pedimos unas fotos. Con ese material de celular hicimos los videos que forman nuestro archivo de imágenes y relatos.
Aunque parezca excesivo, tenemos la sensación de que tomamos contacto con el verdadero sujeto del hecho artístico: un pueblo, no un público que asiste a un espectáculo o a una muestra. Seguimos participando en el afán de saciar nuestra curiosidad. Sabemos que la tarea es compleja. Nos aproximamos a la zona de fricción, al tema de la “entidad cultural de una comunidad”, permanentemente arremetida por lo ajeno. Nada es gratuito en la existencia.

Un museo a la intemperie
La intemperie es nuestra condición primigenia, es un estar sin defensa, sin refugio, sin protección. Marca nuestra venida al mundo, y esa marca es indeleble. Y si bien hemos creado como humanidad las herramientas para formar una cicatriz, basta poco, para que la herida vuelva.
El territorio como condición es ineludible, habitar la ciudad parece borrar su lugar de asiento. El ambiente, aunque oculto, sigue, y lo construido, es un juego de realidades y relaciones que fueron para evitarnos ese estar sin reparo.
Nuestra llanura, extensa, sin límites, alambrada, cruzada por rutas, por ciudades, no pierde el sesgo original, de dejarnos sin tener en que guarecernos. El tráiler es intemperie movida, una contradicción hermanada, porque convoca a reparar en esa unidad aurática que es la obra/tráiler. Las obras de arte, no pueden ser ajenas a los que buscan abrigo, si la llama más cálida está en ellas ¿las encerramos en museos, galerías y fundaciones para sustraerlas de los que necesitan encontrar su calor?
La formación de un patrimonio cultural supone el cuidado del mismo, y asimismo, que sea apropiado por la comunidad que le dio abrigo, refugio y el sustrato a los que fueron los creadores de las obras resguardadas. Que esa producción humana sea refugiada tiene como guía la de proteger esa producción, su continuidad, llegada y comprensión.
Y no la privación o la exclusión.
El tráiler es un ente asociado, lo que porta se transforma y se desenvuelve sin canon. Y como aguada, como una sombra en el desierto, produce un encuentro. En cada registro. En cada mirada de soslayo. En cada acercamiento del que queda obnubilado. Crea un refugio, que recuerda que finalmente, proteger, agrupar, genera una comunidad. Pues entonces nuestro museo a la intemperie. Es un exvoto, que llama, y convoca.